El triunfo del peronismo en la primera vuelta fue un mazazo inesperado: El poder económico también perdió en las elecciones
La apuesta política indisimulable del establishment era que las urnas entregaran la debacle humillante del peronismo y el hundimiento hasta la extinción del kirchnerismo. La jugada les salió muy mal. Ganó el peronismo y el kirchnerismo se fortaleció en la Provincia de Buenos Aires con la reelección de Axel Kicillof y con varias intendencias en manos de la demonizada La Cámpora.
politicaInfo MisionesEl resultado del balotaje se conocerá en la noche del 19 de noviembre, momento en que se sabrá quién será el Presidente del nuevo gobierno a partir del 10 de diciembre próximo. En la primera vuelta el candidato con más votos fue Sergio Massa y los dos grandes perdedores fueron Javier Milei y Patricia Bullrich.
Esta conocida descripción del saldo de los comicios del 22 de octubre pasado ha sido explicada y analizada desde muchos aspectos. En casi todas estas evaluaciones no se menciona o se minimiza el otro gran derrotado: el denominado Círculo Rojo, el poder económico que tiene su máxima expresión en la Asociación Empresaria Argentina, cuya conducción es liderada por Héctor Magnetto, del Grupo Clarín, Paolo Rocca, de Techint, y Luis Pagani, de Arcor.
Otro derrotado fue el auditor jefe de Argentina del Fondo Monetario Internacional Rodrigo Valdés.
La apuesta indisimulable que tenían era que las urnas entregara, finalmente, el sueño húmedo del establishment: debacle humillante del peronismo y el hundimiento hasta la extinción del kirchnerismo. La jugada les salió muy mal.
Ganó el peronismo y el kirchnerismo se fortaleció en la Provincia de Buenos Aires con la reelección de Axel Kicillof y con varias intendencias en manos de la demonizada La Cámpora.
El mapa del poder político que no querían
Derrota política tan contundente del poder económico era impensada hace algunos meses. Los representantes del gran capital estaban seguros de que la oposición política con Horacio Rodríguez Larreta caminaba tranquila para ganar las elecciones presidenciales. Más aún con variables macroeconómicas horribles y con una interna potente en el oficialismo.
Larreta quedó fuera del tablero luego de las PASO y Bullrich pasó a ser la preferida. Salió tercera en la primera vuelta electoral. El mapa del poder político que emergió de estas elecciones es muy distinto al que planeaban.
Tan fuerte fue la jugada que, como hace mucho no sucedía, financiaron el diseño de un plan integral con un equipo económico completo de más de 70 miembros liderado por Carlos Melconian. Forzaron el reemplazo de los economistas que acompañaban a Bullrich por el grupo de técnicos de Melconian.
La base de operaciones fue la Fundación Mediterránea, cuyas empresas socias no ocultaron el favoritismo por Bullrich. En la presentación de Melconian como futuro ministro de Economía había en el escenario una pantalla por la cual circulaban sin disimulo los logos de las compañías inversoras del proyecto económico.
Los cientos de papeles del programa económico, que con lágrimas en los ojos Melconian le mostró a Alejandro Fantino con temor a que quedaran en la nada, serán símbolo de la frustración del poder económico para este momento político.
Un capítulo aparte es el accionar de Mauricio Macri para boicotear la candidata preferida del poder económico, además del estallido del escándalo de los audios de Melconian. En el mundo empresarial no tienen pruebas pero sí convicción de dónde vinieron estas conversaciones privadas espiadas. La posterior alianza con Javier Milei les ratifica las sospechas.
El periodista Pablo Ibáñez publicó en su cuenta el siguiente tuit: "Sin ironía ni chicana, es increíble que esté instalado –y naturalizado-, al menos en el micromundo de la política y el periodismo, que toda acción de Macri que involucra a terceros está sostenida en algún carpetazo".
El poder del dinero se equivocó
En más de una oportunidad, en estas páginas se destacó que los empresarios de grandes compañías son excelentes en hacer crecer sus negocios y acrecentar fortunas.
A la vez se observó que una cosa es saber ganar muchísimo dinero, lograr estatus social y éxito empresarial, y otra muy diferente tener capacidades analíticas y reflexivas acerca de cómo funciona la macroeconómica, qué implican los inmensos desafíos políticos para el desarrollo con inclusión social y poder identificar cuáles son las tendencias económicas mundiales.
La elegida del poder económico fue Patricia Bullrich, cuya característica principal de su discurso económico era el vacío conceptual, el cual completaba con eslóganes que encantan en el mundo empresarial y mediático.
La superficialidad de esta adhesión no es responsabilidad de una persona con escasos recursos intelectuales quien se presentaba como una dirigente política con ambiciones de poder, sino de la vulgaridad que manifiesta gran parte de los hombres de negocios para pensar la cuestión política, económica y sociolaboral.
Con la preferencia por este tipo de figuras políticas, puede ser Bullrich o Milei, ratifican prejuicios e ideas que sólo se sostienen por el poder del dinero y en no pocos casos con la soberbia de la ignorancia.
El sector privado es clave para el desarrollo. ¿Quién dice que no lo es?
La expresión de esta vocación de intervenir en un espacio que les debería ser ajeno, o sea en el armado de un plan económico, quedó al descubierto en el documento difundido por AEA. Grupo fundado en mayo de 2002, en un momento político y económico crítico por el estallido de la convertibilidad. No hay gerentes ni lobistas contratados en representación de los titulares de las empresas. Están ellos participando en forma personal en la vida interna de la entidad.
La elaboración y posterior distribución pública de los lineamientos de un programa económico de 14 páginas refleja la importancia que el poder económico le dedicaba a estas elecciones. Fue la primera vez desde su conformación que expone en forma abierta el pliego de condiciones y la preferencia electoral por la oposición política.
Desde el título se revela el desvarío que tienen acerca del cuadro de situación político y económico del país. "El sector privado es clave para el desarrollo" se presenta el texto, afirmación que puede llevar a la confusión acerca de que existen fuerzas políticas que piensen lo contrario.
El mensaje se interpreta en que el peronismo/kirchnerismo está en contra del mundo empresarial, constituyendo así en el desvío más notable de la cosmovisión exhibido por los hombres más ricos de la Argentina. El odio a Cristina es más fuerte que la reflexión desapasionada.
No ha habido antes ni ahora ninguna política económica que desdeñara el papel de las empresas en el desarrollo. La controversia en todo caso se encuentra en el débil hasta ausente compromiso de los grandes empresarios de participar en un proyecto de desarrollo nacional como parte de un destino común.
Las anteojeras ideológicas impiden ver cuál es el sendero del desarrollo
El primer párrafo del documento es fabuloso por lo que dice acerca de cómo los empresarios más destacados del país por la magnitud de sus compañías se piensan así mismos y al resto de la sociedad:
"A cuatro décadas de la recuperación de la democracia y en un año en el que se celebran las elecciones de autoridades políticas que dirigirán los destinos del país, la Asociación Empresaria Argentina (AEA) quiere compartir con la sociedad su convicción más profunda: que el desarrollo económico y social de la Argentina depende de que puedan movilizarse plenamente las potencialidades y energías del sector privado".
Investigaciones nacionales e internacionales que bucean en modelos de desarrollo económico capitalista parten de la necesidad básica de un sector empresarial dinámico e innovador con un Estado planificador y orientador de las fuerzas productivas.
El poder económico argentino en cambio está convencido de que la mejor estrategia de desarrollo es con un Estado mínimo. Además de que no aparecen razones para considerar que ellos puedan tener algo que ver con el atraso relativo de la economía argentina. Está seguro de que el Estado o fuerzas políticas (el peronismo/kirchnerismo) son responsables del estancamiento. Ellos se consideran víctimas del deterioro general, piensan que aportan más de lo que reciben, algunos se sienten incomprendidos y otros que no son suficientemente valorados por la sociedad.
Un aspecto poco analizado de la forma de intervención del poder económico en la vida política cotidiana es que, por anteojeras ideológicas y por un profundo rechazo al peronismo, terminan alentando posiciones antidemocráticas.
El respaldo a Bullrich, quien sin pudor publicitaba que votarla serviría para sepultar, hacer desaparecer, aniquilar al kirchnerismo, consigna que ahora incorporó Milei en su alianza desesperada con Macri, es una manifestación que está reñida con las normas básicas de convivencia democrática.
Los dueños de empresas agrupados en AEA se quejan de que no puedan movilizar todo su potencial pero son partícipes activos de abonar una grieta tóxica que, precisamente, actúa como un freno al desarrollo.
El peronismo/kirchnerismo fue, es y será capitalista
Pese a que han pasado varias décadas de peronismo y que los intentos de borrarlo del mapa político han sido fallidos, siendo el último en estas elecciones, se mantienen debates estériles. La calificación de “anticapitalista” al kirchnerismo es una de las más disparatadas. Esta idea está instalada en el mundo de los negocios, concepción alimentada por el ejército de economistas de la city en sus habituales rondas semanales con los hombres de empresas.
Por este motivo apuestan por candidatos que consideran "promercado". Esto ignora que el capitalismo se ha consolidado como sistema mundial producto de una correlación de fuerzas que pudo consagrar la supremacía del capital. Por ese motivo la discusión sobre el carácter no-capitalista del peronismo resulta un dislate. No se puede ser algo que hoy no existe. Este cuestionamiento oculta, en realidad, la disputa por la hegemonía política del proceso económico.
En forma esquemática, a nivel académico y de investigadores de desarrollo económico prevalecen dos corrientes de pensamiento acerca del papel de los empresarios argentinos. La primera plantea que no existe una burguesía schumpeteriana (innovadora y creativa) debido a su carácter rentístico, lo que le impide liderar un proceso de acumulación basado en la inversión en capital físico y humano. La otra sostiene que la existencia de una clase empresarial lobista no sería por las marcas intrínsecas de la burguesía local, sino consecuencia de políticas económicas erróneas resultado del régimen mercado-internista surgido tras la crisis del ’30.
Pese a las marcadas diferencias hay algo que unifica ambos enfoques: la profunda desconfianza hacia toda forma de interacción entre el Estado y la clase empresarial, ya que cuando ese vínculo existe usualmente es para generar beneficios hacia un sector limitado de la sociedad a costa del resto.
El privado no puede crecer sin un Estado activo
La evidencia empírica a nivel internacional muestra que el origen y desarrollo de las burguesías nacionales están íntimamente ligadas al Estado, al proteccionismo y al favoritismo sectorial, a contramano del postulado político levantado por los dueños de empresas de AEA.
En los países que han alcanzado altos niveles de desarrollo, las conductas antisociales de las empresas han estado contenidas por una estructura institucional que ha evitado que las estrategias anticompetitivas predominaran en el largo plazo sobre las estrategias basadas en la competencia shumpeteriana. O, al menos, ha hecho que los intercambios de favores derramaran sobre la sociedad beneficios en términos de crecimiento económico, empleo, inversiones en infraestructura.
Para evitar malos entendidos, los grandes empresarios argentinos no se diferencian genéticamente o culturalmente de sus colegas de otros países. Lo que ha fallado es el marco institucional (el Estado) que contuviera sus conductas, más aún cuando ellos se han ocupado de socavarlo. Lo hacen combatiendo la necesidad de contar con un Estado que fije reglas claras, coherentes y con capacidad de disciplinar, al menos de negociar en relativa igualdad de condiciones con el sector privado.
En estos días, el poder económico no está en condiciones de reflexionar sobre este tema en profundidad ni evaluar la responsabilidad que tiene en el crítico panorama económico. Están lamiendo las heridas de una derrota política dolorosa por inesperada.
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