Inundados y fundidos, los productores sufren la alianza de Milei con la Sociedad Rural

Millones de hectáreas siguen anegadas y se prevén más lluvias para la segunda mitad de septiembre. El clima y la falta de obra pública amenazan la producción argentina mientras Brasil bate récords en granos y exportación de alimentos. El drenaje de votos rurales que preocupa al Gobierno y entusiasma al panperonismo.

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Una postal sombría se extiende sobre el interior pampeano: dos millones de hectáreas bajo agua, la misma cifra que dejó la crisis hídrica otoñal hace apenas seis meses. La repetición no es casual: es la consecuencia previsible de un Gobierno que eligió la especulación financiera por encima de la infraestructura productiva y la planificación territorial.

 Sobre llovido, mojado. Los pronósticos del Instituto de Clima y Agua del INTA Castelar anticipan precipitaciones de más de 100 milímetros para la segunda mitad de septiembre, concentradas en territorios que ya sufren anegamientos: el centro-sur correntino, la región central entrerriana, el noreste santafesino, el corazón pampeano y las áreas occidental y central bonaerenses. Para una región que arrastra consecuencias devastadoras desde las precipitaciones de agosto, el pronóstico implica la confirmación de un desastre anunciado.

El presupuesto para evitar -o al menos mitigar- el desastre su escurrió por la canaleta de la timba oficial. Los recursos del Fondo de Infraestructura Hídrica ascienden a 174.060 millones de pesos, pero 154.676 millones duermen en instrumentos financieros como plazos fijos y Lecaps, mientras las intervenciones del Plan Maestro de la Cuenca del Salado permanecen detenidas. La paradoja es implacable: los fondos destinados a combatir inundaciones se utilizan para sostener artificialmente la cotización cambiaria que profundiza la crisis para miles de productores agropecuarios.

Agua estancada

Las obras interrumpidas del "Tramo IV" del Plan Maestro requieren menos del 20% de los fondos disponibles para su reactivación. "El Fondo Hídrico Nacional acumula casi 175.000 millones de pesos y las obras se paralizan por deudas que no llegan al 20% de esa cifra; esto no resiste el menor análisis, es inexplicable e inaceptable," afirmó Alberto Larrañaga, titular del Consejo Asesor de la Comisión de Aguas de Carbap, al sitio especializado Bichos de Campo.

La aritmética de la catástrofe es contundente: casi 500.000 hectáreas anegadas, 463.777 muy anegadas y 441.540 inundadas, distribuidas en al menos 17 partidos del centro provincial. Los números adquieren rostro humano cuando se proyectan sobre la vida diaria de miles de familias rurales que conviven con el agua al cuello, literal y metafóricamente.

En términos productivos, buena parte del área programada de maíz temprano en la zona bonaerense afectada no podrá sembrarse, derivando -si las condiciones lo permiten- en soja de primera o girasol. El pronóstico es crítico: extensas superficies no pudieron destinarse a trigo o cebada, privando a los productores de cualquier entrada económica agrícola hacia el cierre del año, en un marco de severas restricciones crediticias.

La contracción sojera profundiza la crisis productiva. Las estimaciones oficiales proyectan una reducción de superficie sembrada que oscila entre 800.000 hectáreas según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires y 1,35 millones de hectáreas conforme la Bolsa de Comercio de Rosario. Esta última cifra representa una merma del 7%, llevando el área implantada a 16,4 millones de hectáreas, muy por debajo de los techos históricos de más de 20 millones alcanzados hace una década.

El retroceso responde a una ecuación económica implacable: el maíz y el girasol ofrecen márgenes superiores que desplazan a la oleaginosa, mientras la relación insumo-producto y los márgenes ajustados condicionan la expansión del cultivo que más divisas genera para el país. Con retenciones del 26% frente al 12% del maíz, la soja enfrenta una presión fiscal que erosiona su competitividad.

Mientras tanto, el maíz experimenta una recuperación del 17% en superficie proyectada, alcanzando 9,7 millones de hectáreas con posibilidades de "cosecha récord" de hasta 61 millones de toneladas. La revancha del cereal se sustenta en mejores márgenes y menor presión de la chicharita que el año pasado generó pérdidas históricas.

Los costos de producción reflejan la volatilidad macroeconómica: los fertilizantes nitrogenados aumentaron 10,6% interanual, los fosfatados subieron 4,7%, mientras los herbicidas para soja descendieron 16,1%. El combustible registró una reducción marginal del 1,4%, pero la presión fiscal sobre la soja mantiene su competitividad comprometida frente a cultivos alternativos.

La contradicción meteorológica cierra el panorama: después de años de sequías, los suelos recuperaron reservas hídricas apropiadas, pero los excesos en territorio bonaerense despiertan inquietudes sobre el cumplimiento oportuno de la siembra programada. La abundancia de agua se convierte en obstáculo para la implantación, lo que deja en evidencia cómo la falta de infraestructura de drenaje transforma las condiciones favorables en limitaciones productivas.

La devaluación acelerada profundiza la crisis de los productores locales. El precio de la leche que cobran los tamberos cayó 20% en dólares respecto al valor de mediados del año pasado, pasando de casi 45 centavos por litro a 35 centavos actuales. La explicación: el 70% de los insumos del tambo están dolarizados, desde productos veterinarios hasta alimentación.

En agosto, el valor promedio informado por la Secretaría de Agricultura fue de 473,74 pesos por litro, con una variación intermensual de apenas 0,1%, cuando la inflación fue de 1,9%. El deterioro de la relación precio-insumo resulta evidente: hoy con un litro de leche se pueden comprar 1,9 kilos de maíz, cuando meses atrás se llegaba a 2,5 kilos.

La ganadería de engorde sufre el mismo ahogo financiero. Los feedlot experimentan un proceso de vaciado, con ocupación que bajó del 69% al 67% en agosto. Para cientos de productores ganaderos la ecuación es desesperante: el margen bruto por animal destinado a faena alcanza casi 30.000 pesos, pero cuando se agrega el costo del capital inmovilizado por las tasas de interés estratosféricas, las pérdidas llegan a 151.000 pesos por cabeza.

La alegría es brasileña

Mientras Argentina naufraga en sus propias decisiones, Brasil consolida su hegemonía agroindustrial regional. Los productores brasileños obtuvieron la mayor cosecha agrícola de su historia con 350,2 millones de toneladas, una cifra 16,3% superior a la registrada en 2023/24. El contraste no podría ser más elocuente.

El logro brasileño está sustentado en tres récords simultáneos: 171,4 millones de toneladas de soja, 139,4 millones de toneladas de maíz y 4,06 millones de toneladas de fibra de algodón. La Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab) de Brasil celebra que "esta cosecha excepcional garantiza nuestra soberanía alimentaria, la alimentación de la población brasileña y de los países que dependen de nuestra producción".

La diferencia no radica únicamente en el clima. Brasil desarrolló una política integral que combina tecnología, infraestructura y planificación estratégica. El país emplea el 20% de su producción de maíz para fabricar bioetanol, mientras Argentina apenas utiliza un 3,5%, evidenciando el atraso estructural en agregado de valor y diversificación energética.

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