Milei quiere incidir en los precios mientras rechaza la reapertura de paritarias y decide Ficha Limpia

El Gobierno sorteó sin grandes sobresaltos la semana posterior a la salida del cepo y busca contener la inflación con métodos que alimentan las comparaciones odiosas con Guillermo Moreno. Detrás de las ruidosas celebraciones del presidente y su entorno se ocultan realidades como la fuerte pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores.

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El gobierno transitó sin sobresaltos la corta semana post devaluación y flexibilización del cepo, acomodó algunos hechos en base a su narrativa y busca controlar otros para que no se le descontrole una situación económica que le dio un respiro, pero que está muy lejos de estar resuelta.
 
El hecho de que la inflación alta ha vuelto para quedarse, al menos algunos meses, está en el centro de las preocupaciones y los esfuerzos, en un contexto mundial que no ayuda. Funcionarios como el ministro de Economía, Luis Caputo y el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, se mostraron exultantes por el hecho de que los supermercados hayan rechazado listas de algunos productos con aumentos que llegaban al 12 %.

Pero, más allá de estas imposturas, el discurso oficial esconde otras realidades. Por un lado, que el consumo en grandes superficies implica sólo un tercio del total en la Argentina. Los almacenes, pequeños supermercados y demás establecimientos completan las otras dos terceras partes y allí los aumentos de un 10 % de promedio -que acompañaron la devaluación del peso- se sienten con fuerza.

La otra realidad es que ese primer aumento se produjo por expectativas de aumento del dólar. Si comienza a haber una verdadera presión contra la banda superior de la flotación cambiaria que estableció el gobierno, evitar el incremento de precios se volverá insostenible. Festejar que la casa resistió una brisa es una mala manera de prepararse para enfrentar tempestades.

Es la segunda vez que en el gobierno de Javier Milei se intenta incidir en los precios negociando con los grandes supermercados. Ya lo hizo todo el equipo económico a principios del año pasado con poco resultado. El chiste de que el método recuerda al del ex secretario de comercio interior del kirchnerismo, Guillermo Moreno resurge cada vez que se intenta contener los aumentos de esta manera.

Tanto este recurso de intento de control como el de pisar el valor del dólar para intentar que baje la inflación, son peculiares en un gobierno que llegó al poder diciendo que el Estado era un problema y que el mercado debe ser el que regule este tipo de relación entre privados. Sin embargo, Caputo, Milei y Francos saben que el aumento de la inflación será aún más alto que el que se viene si no se recurre a la presión y la negociación.

Otros contrasentidos se producen en el ámbito del discurso oficial y muestran el divorcio que tiene con la realidad. Hasta el hartazgo, el gobierno ha sostenido que el salario de los trabajadores le ha ganado a la inflación en el último año. Eso, sólo se aplica a los trabajadores registrados privados -un sector cada vez más reducido de la población económicamente activa- y si se descuentan los tres primeros meses de la gestión Milei, donde se produjo un fogonazo inflacionario de 20% mensual promedio.

Pero además, como decíamos, se contradice con el propio discurso de los funcionarios. Cuando el jefe de Gabinete celebró la decisión de los supermercados de no aceptar listas con aumentos, lo hizo argumentando que “el bolsillo de los argentinos no está para afrontar incrementos del 9 al 12 %”. Las dos narrativas chocan pero confluyen en un objetivo, que es el de mantener pisadas las paritarias de los trabajadores en los valores aceptados, alrededor del 1%. Con una inflación que rondará el 4 o 5 % durante varios meses, la intención anticipa una conflictividad gremial inevitable.

“Los gremios están buscando confrontar con el Gobierno en un período electoral, creyendo que el Ejecutivo está débil, pero se van a llevar un chasco con esto porque el Gobierno se siente absolutamente fuerte y respaldado por los argentinos”, afirmó Guillermo Francos durante el informe de gestión que brindó en la Cámara de Diputados esta semana.

La afirmación de que los salarios están altos en dólares y que son inflacionarios recorre los despachos gubernamentales e implicará mantenerlos a la baja. El intento complementario de bajar precios es el que se llevará el mayor esfuerzo. Esta baja, más allá de la rémora morenista ya mencionada, parece difícil de lograr con la reaparición de la inercia inflacionaria. El nuevo esquema de carry trade que parece haberse armado con la llegada de los fondos del FMI puede garantizar un tiempo de dólar barato pero al final, ya se sabe que es un callejón sin salida.

Mientras intenta sostener ese escenario el mayor tiempo posible, el gobierno apuesta a lograr legitimidad política en las próximas elecciones. Las señales en este sentido son contrapuestas. Por un lado, la oferta de Manuel Adorni como candidato puro, sin alianza con el PRO y con Ramiro Marra sacándole votos, aún no parece una opción consolidada para ganarle al macrismo en la ciudad. En la última encuesta de Federico González, Adorni está cuarto a una décima de Marra y a 1,5 de Silvia Lospenatto.

Los márgenes son ínfimos y todo puede pasar pero imaginar un escenario de triunfo absoluto por sobre el PRO, hoy no parece válido. La elección a legisladores porteños es menor en gravitación nacional pero muy trascendente en esta ocasión porque se ha convertido en la PASO de la derecha. Si LLA le ganara a la lista promovida por Mauricio Macri, el ex presidente ya no tendrá ningún poder para contener las fugas que se adivinan, sobre todo en la provincia.

Las reuniones de dirigentes amarillos como Christian Ritondo, Diego Santilli y Guillermo Montenegro con el gobierno nacional son cada vez más inocultables. Si LLA pierde con el PRO y la economía no acompaña, el escenario puede presentar matices. No quizás de ruptura, pero sí de mayor capacidad de negociación para Macri.

En la otra vereda, Cristina Kirchner resolvió la interna con Axel Kicilloff sobre el modo en que se votará en la provincia y encara la negociación por las listas provinciales y nacionales. Su propia candidatura como candidata a diputada provincial por la tercera sección, tiene un doble objetivo. Mostrarle al gobernador que el poder del voto lo sigue teniendo ella y esquivar las consecuencias de la muy posible sanción del proyecto de ficha limpia esta semana en el Senado, que le impediría competir para cargos nacionales.

En el Patria saben que la provincia presenta un escenario complejo para el peronismo con toda la derecha unida enfrente y que la elección tiene final abierto pero también recuerdan el triunfo de Cambiemos en 2017 y lo que sobrevino cuando quisieron redoblar el ajuste con un modelo de bicicleta financiera como marco.

Las equivalencias están a la vista. Habrá que ver si esta crisis del peronismo tiene visos de ser resuelta de un modo más efectivo que el de 2019 -lo fue en lo electoral pero no a la hora de gobernar- y cuánto puede influir una eventual proscripción legislativa contra Cristina Kirchner.

 
  
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

  

 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 

 
 
 
 

 
 
 
 
 

 
 
 
 

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